En esta mañana, festejamos la luz de la esperanza. El árbol de Navidad con sus luces nos recuerda que Jesús es la luz del mundo, es la luz del alma que aleja las oscuridades de las enemistades y hace espacio al perdón.
Simboliza a Dios que con el nacimiento de su Hijo Jesús ha bajado hasta el hombre para alzarlo a sí y elevarlo de las nieblas del egoísmo. El Hijo de Dios asume la condición humana para atraerlo a sí y hacerlo partícipe de su naturaleza divina e incorruptible pero al mismo tiempo sencilla, pobre y frágil con la que Dios se ha mostrado en el nacimiento de Jesús en la precariedad de Belén.
Nos podría parecer que esta pequeñez esté en contradicción con la divinidad, tanto que alguien, desde el inicio, la ha considerado solo como una apariencia, un revestimiento. En cambio no, porque la pequeñez es libertad. Quien es pequeño no solo es ligero, sino también libre de toda inquietud de aparecer o de toda pretesa de éxito; como los niños que se expresan y se mueven con espontaneidad”.
Todos nosotros estamos llamados a ser libres delante de Dios, a tener la libertad de un niño delante a su padre. Todos estamos llamados también a ser guardianes, a no perder el asombro, la esperanza, ser símbolos fascinantes de la Navidad, que podamos llevar a nuestras familias y en los lugares de reunión un reflejo de la luz y de la ternura de Dios, para ayudar a vivir la fiesta del nacimiento de Jesús.
Es necesario ser artesanos de paz. Nos lo pide este tiempo de Adviento, de preparación para la venida del Señor que es el Príncipe de la Paz. Hazte pequeño, hazte humilde, hazte servidor de los demás. Hazte pequeño y Jesús te dará la capacidad de comprender cómo se hace la paz y te dará la fuerza para ser un verdadero guardián.
Que Jesús prepare nuestro corazón para la Navidad del Príncipe de la Paz y nos de la fuerza necesaria para mantener encendida la esperanza y el espíritu de su nacimiento que hacen brillar la luz del mundo en medio de cualquier temor, de cualquier angustia, de cualquier oscuridad.
Comenzamos!!!!!
